Nos estamos aficionando a la radio y hemos vuelto a charlar con Raquel Sánchez, en La Mirilla de Ondacero (minuto 35:50). En esta ocasión le ha tocado el turno a las expectativas y su papel en nuestra determinación.
Decía Chomsky que «si uno no intenta cambiar las cosas, puede estar seguro de que irán a peor».
La semana pasada hablamos de nuestro estilo a la hora de interpretar los sucesos, es decir, de pasado. Hoy vamos a referirnos a otra perspectiva del optimismo, la visión que tenemos del futuro y el papel que juegan nuestras expectativas en la vida.
Al hablar de expectativas no nos referimos a esperar que las circunstancias nos sean favorables, sino a confiar en nuestros recursos para afrontar las circunstancias, sean positivas o negativas. Nuestra sociedad, nuestra economía, nuestra vida no se nutre de esperar pasivamente a la suerte, sino de una cosecha tenaz y valiente de mejoras.
La neurobiología ha demostrado que, al contrario de lo que pensábamos hasta ahora, no es la magnitud de la recompensa lo que nos motiva, ni su obtención lo que nos hace felices. La expectativa de alcanzar un resultado, la probabilidad de conseguirlo es la que dispara la segregación de dopamina, un neutro transmisor relacionado con las funciones motrices, las emociones y los sentimientos de placer. Esta dopamina se considera un «mensajero alegre» por su asociación con la percepción de bienestar.
Necesitamos, sin embargo, cierta dosis de incertidumbre, entorno al 50%, para que se ponga en marcha el sistema. Las expectativas nos predisponen hacia los resultados, nos invitan a encontrar los mejores recursos y a prestar atención a cualquier indicio de éxito.
Esto adquiere una especial dimensión en el trabajo y en la actual situación económica, puesto que las expectativas no nos van a llegar del exterior. Ni los medios de comunicación, ni la política, ni la sociedad nos va a decir que nos pongamos en marcha. Las expectativas nos las tenemos que generar nosotros mismos, a partir de nuestras competencias, nuestras fortalezas y nuestras habilidades con tres elementos:
1. Un horizonte claro.
2. Unos objetivos escalados, que nos permitan ver la evolución conforme avanzamos.
3. Información permanente que nos recuerde el camino que estamos recorriendo.
¿Por qué moscas?
Escucha este poema de Antonio Machado a través de La Mirilla
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