
Una historia antigua para un encuentro nuevo…
Si te preguntan cuál es el ser vivo más grande del mundo, ¿Qué responderías? ¿Algún árbol como la sequoia? ¿Tal vez la ballena azul?. La respuesta no estaría muy desencaminada, pero existe un ser todavía mayor. Se conoce como Armillaria Ostoyae y suele pasar desapercibido porque, como sucede tantas veces, es mucho más grande de lo que parece.
A simple vista es un pequeño hongo de color ocre que brota durante el otoño en los bosques occidentales de Estados Unidos, sin mucha más pretensión que ser devorado por algún micólogo aunque suele ser despreciado por su insípido sabor. Sin embargo, los científicos descubrieron recientemente que sus raíces (las del hongo, claro, no las de los científicos) se extienden bajo la corteza o entre los árboles alcanzando cientos de hectáreas de bosque.
No puedo evitar pensar cuántas armillaria conozco en las empresas y, sobre todo ¡cuántas se me escapan! Se ocultan discretamente sin dejarse ver por los demás, porque no conocen su verdadera identidad o porque temen mostrarla, o tal vez simplemente porque creen que ser una simple seta de miel es una tontería.
Son personas de diferentes procedencias, razas, colores y tamaños que pueden brotar en cualquier estación y en cualquier lugar del mundo siempre que se den algunas condiciones básicas para su afloramiento: tienen que percatarse de que pueden salir y decidirse a hacerlo.
Por fuera pueden ser diferentes, pero comparten una misma inquietud, la de promover lo que desde la filosofía Aristotélica se considera “el bien para el hombre”: la felicidad. Esta inquietud es una enorme raíz que subyace en la esencia de nuestra condición humana, convirtiéndose así en el espíritu vivo más grande de la Tierra.
Este espíritu necesita jefes, educadores, padres o líderes que ayuden a las personas desarrollar sus fortalezas y sus habilidades. Necesitan desafíos, retos complejos y dificultades que superar. Con un liderazgo positivo, afloran la creatividad, la innovación, la superación, la asunción de desafíos complejos y, cómo no, la resiliencia.
La Armillaria más longeva hasta ahora conocida habita en las Blue Mountains, al este de Oregón y tiene unos 2.400 años, cómo la Ética a Nicómaco de Aristóteles. ¡Qué curiosa coincidencia!
Si ya has descubierto tu verdadera raíz, asómate sin miedo a la superficie para que podamos encontrarnos pronto. Por ejemplo, en Sao Paulo, Brasil dentro de unos días.
Sin comentarios A “El ser vivo más grande de la tierra”